No tenemos control sobre los acontecimientos a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar nuestra mente, y la meditación es el mejor camino para ello. El mindfulness, o atención plena, es mucho más antiguo de lo que parece; el hecho es que Occidente, durante mucho tiempo, rechazó esta práctica porque se atribuía a la religión, al budismo, al taoísmo y al Zen. Durante muchos siglos se ha demostrado la eficacia de esta práctica, que ya se conocía hace 2500 años, y en los últimos 30 años la ciencia ha señalado que es la clave para nuestra salud, nuestro equilibrio emocional y bienestar.
Las personas que practican meditación y atención plena tienen una reacción mucho más ajustada a cada nueva situación, además de no llevar a su cotidianidad lo que han vivido, desapegándose de los acontecimientos de la vida con más facilidad. Estas personas notan que están más tranquilas frente a las tormentas, porque objetivamente su amígdala está más controlada por el hipocampo, que aumenta de tamaño con la práctica de la meditación.
Encontrar esos espacios de calma y silencio en tu día a día es lo que transformará la manera en que reaccionas a los desafíos y tormentas que todos debemos enfrentar en algún momento, ya que el mundo es impermanente, es decir, nada permanece por mucho tiempo y estamos en transformación todo el tiempo. Depende de nosotros aprender a surfear este movimiento que es natural y siempre existirá. Los momentos tranquilos pasan, así como las tormentas también.
Lo que te ayuda a mantener la calma en situaciones difíciles es precisamente la conciencia de salir de ese control excesivo, y esto se logra deteniéndote, poniendo atención en tu respiración, volviendo tu atención hacia adentro, hacia tu interior y ese lugar de paz que se instala cuando haces esto, un lugar que siempre estará ahí y al que podemos acceder fácilmente, observándonos desde fuera y confiando más en los mecanismos de la vida.
En la Psicología Transpersonal, la meditación y los ejercicios de atención plena son la base para cualquier camino terapéutico, porque sabemos de la importancia de cultivar el silencio. Necesitamos aprender a detenernos, a silenciar, y esto hoy, ante tantos estimulos, se vuelve urgente.
Cada vez hay más personas con trastornos de ansiedad, depresión y estrés. Parece que nuestra identidad se está perdiendo ante el modo de vida que el ser humano ha adoptado hoy, ante las comparaciones que las personas se imponen a sí mismas a través de las redes sociales, la presión que sufren en sus trabajos y todos los estimulos que nos rodean.
Antes esperábamos llegar a casa para poder llamar a alguien, y hoy todos nos encuentran todo el tiempo. Parece que tenemos que estar en todo, respondiendo a todos constantemente y desviando nuestra atención de lo que realmente estamos haciendo. Debemos estar al tanto de todo y de todos al mismo tiempo, además de nuestra vida laboral, nuestros hijos, cónyuges y amigos. Hacemos cosas todo el tiempo y nos sentimos mal y culpables si no producimos, si dejamos de atender una llamada o responder un mensaje. Corremos de un lado a otro, ¿y hacia dónde vamos?
El gran primer mensaje de la pandemia de 2020 fue precisamente:
¡Paren! Porque el mundo realmente tuvo que detenerse.
El Dr. Herbert Benson, uno de los pioneros de la medicina mente-cuerpo y PhD por la Universidad de Harvard, lideró un estudio increíble que muestra cuánto puede influir la mente en nuestra biología y modificar la expresión de nuestros genes. Realizó un estudio en la facultad de medicina de Harvard, donde estudió a 19 meditadores y 19 personas sin ninguna experiencia en meditación. Concluyó que entre los 20,000 genes que el proyecto del genoma humano estima que poseemos, el grupo de no meditadores mostraba más del 10%, 2,209 genes con una expresión diferente en comparación con el grupo de meditadores. Y eran genes asociados a enfermedades, inflamaciones, depresiones, ansiedad, problemas cardiovasculares e incluso cáncer.
Después de solo 8 semanas de prácticas de meditación y mindfulness, de 20 minutos al día, el grupo que no meditaba logró cambiar la expresión de 433 de esos genes, y las posibilidades de que esto ocurriera sin las prácticas se estimaron en 1 entre 10 millones. Con esto, el Dr. Herbert Benson demuestra que estas prácticas pueden activar nuestra expresión genética y mejorar nuestra salud, afirmando que nuestra mente puede influir en nuestro cuerpo hasta el punto de curar.
Nos bañamos todos los días, nos cepillamos los dientes todos los días, ¿y cuándo limpiamos nuestra mente? La meditación es una higiene mental, algo que todos deberíamos hacer todos los días.
Y para animarte a embarcarte en esta jornada, aquí te traigo 45 beneficios fisiológicos, psicológicos y existenciales comprobados científicamente. Puedes buscar cada uno de ellos y encontrarás investigaciones y artículos que hablan sobre esto, y son los siguientes:
Mejora de tu sistema inmunológico
Reducción de dolores físicos
Disminución de la inflamación celular, responsable de la aparición de numerosas enfermedades
Aumento de tus emociones positivas
Disminución considerable de la depresión y la ansiedad, porque libera la producción de antidepresivos y ansiolíticos naturales, como la oxitocina, serotonina, dopaminas, endorfinas, benzodiazepinas
Reducción del estrés
Aumento de la conexión con los demás
Aumento de tu inteligencia emocional
Nos hace más compasivos
Sentimos menos soledad
Aumento de nuestro autocontrol
Equilibrio de nuestras emociones
Aumento del flujo sanguíneo y reducción de la frecuencia cardíaca
Reducción de los síntomas del síndrome premenstrual
Ayuda en enfermedades crónicas como alergias y artritis
Reducción de los radicales libres
Disminución de los niveles de colesterol y del riesgo de enfermedades cardiovasculares
Mejora de dolores de cabeza y migrañas
Alivio significativo del asma
Facilita la eliminación de hábitos tóxicos
Aumento de nuestro rendimiento
Disminución considerable de enfermedades mentales
Ayuda en la cura del insomnio.
Aumenta nuestra capacidad de escuchar y nuestra empatía.
Desarrolla la madurez emocional.
Favorece la auto aceptación.
Mejora nuestro rendimiento en los deportes.
Aumenta nuestra autoconfianza.
Aumenta el tamaño de nuestro hipocampo y, con ello, mejora nuestra reactividad e impulsividad.
Aumenta el grosor cortical en áreas relacionadas con nuestra atención.
Mejora nuestro aprendizaje.
Promueve la creación de nuevas neuronas y nuevas conexiones neuronales.
Mejora la comunicación entre el hemisferio derecho e izquierdo de nuestro cerebro.
Modifica nuestra expresión genética.
Mejora la función cognitiva.
Aumenta nuestra capacidad de atención.
Aumenta la creatividad.
Aumenta la percepción de la sincronicidad en nuestra vida.
Desvela los velos de la energía y la conciencia, que van más allá de nuestro ego.
Amplía la capacidad de amar.
Armoniza el cuerpo, la mente y el espíritu.
Mejora nuestra capacidad de introspección.
Ahora viene algo muy interesante: la mejora de nuestra coherencia cardíaca, que es la sintonía entre nuestro cerebro y nuestro corazón. Porque nuestro corazón tiene su propio sistema nervioso y puede sentir, procesar información, tomar decisiones y
memorizar, siendo responsable de crear varios hormonas que afectan todo el sistema orgánico. Resulta que nuestro corazón y nuestro cerebro se comunican constantemente y para ello necesitan la comunicación neuronal, la comunicación biofísica, todos esos mensajeros bioquímicos que son las hormonas que el corazón produce y el campo electromagnético creado por el corazón.
Y lo más interesante es que el corazón envía más información al cerebro de la que recibe, es decir, el corazón es el líder de esta comunicación; de hecho, el corazón es el gran responsable de funciones cognitivas como la planificación, los pensamientos estratégicos y la solución de problemas. Justamente la práctica de la meditación ayuda a sincronizar esta comunicación, y entramos en una mayor coherencia entre nuestro corazón y nuestro cerebro.
Retrasa nuestro envejecimiento. Y el responsable de esto son los telómeros. Los telómeros son secuencias repetitivas de ADN que existen en los extremos de todos los cromosomas humanos, y con cada división celular, las células van envejeciendo y los telómeros van disminuyendo hasta que llega un momento en que las células dejan de dividirse y, por lo tanto, dejan de renovarse.
La Dra. Elizabeth Blackburn, en su descubrimiento por el cual recibió el premio Nobel de medicina, afirma que podemos intervenir en estos eventos y alargar nuestros telómeros. Una de las estrategias que desaceleran la disminución de los telómeros es la práctica de meditaciones y mindfulness, porque con la práctica de respiraciones profundas y más lentas estimulamos las vías sensoriales del Nervio Vago, que envía un mensaje de calma y seguridad al cerebro y con esto la presión arterial baja y los procesos de regeneración orgánica, que habían sido desactivados, vuelven a activarse y las células vuelven a recibir esa energía, alargando los telómeros y retrasando los procesos del envejecimiento celular.
Y por último, vale la pena resaltar que aumenta considerablemente nuestro conocimiento y nuestra sabiduría, porque una vez que me conozco mejor y me siento más equilibrado, equilibrada emocionalmente, empiezo a relacionarme de otra manera con los demás, y muchas veces parece que todo a nuestro alrededor se va modificando, porque en realidad empiezas a mirar todo desde una perspectiva más amplia y amorosa. Diría que este es uno de nuestros grandes problemas: un campo de visión muy limitado. Y la meditación, poco a poco, va ampliando eso, por lo tanto, tu sabiduría también va ganando más expresión.
Puedes empezar a meditar, sentando en el suelo, en una silla o sofá, pero sin tumbarte o acostarte, manteniendo la espalda recta y alineada con tu cabeza, mientras tus pies se apoyan en el suelo y tus manos reposan en las rodillas. Desde ahí, puedes empezar con 5 minutos simplemente observando tus respiraciones, el aire entrando y saliendo, observando tus pensamientos, sin dejarte llevar por ellos, observando los ruídos externos y internos, una oreja fuera y otra dentro, y poco a poco entrarás en un estado de observación que se mescla con la contemplación, cuando poco a poco vas aumentando a diez, quince… hasta llegar, al menos, a 22 minutos, que es el tiempo ideal para que una serie de modificaciones ocurran en tu estructura biológica y neuronal.
¿Y cómo sucede esto?
A los 3 minutos: Ya comienza a cambiar nuestro flujo sanguíneo y nuestra circulación.
A los 7 minutos: La mente comienza a producir una transformación de ondas BETA a ondas ALFA, y son las ondas ALFA las que calman nuestra mente, legando incluso a ondas DELTA.
A los 11 minutos: En el cerebro, la glándula pituitaria comienza a enviar indicaciones a nuestro sistema nervioso y esto hace que nuestro sistema nervioso se relaje.
A los 22 minutos: Los pensamientos han perdido intensidad y tu mente ya se ha calmado.
Claro que esto es generalizado, depende de persona a persona. Algunas llegan antes a estos estados, pero en general, 22 minutos es el tiempo mínimo para que obtengas beneficios. Pronto sentirás ganas de aumentar el tiempo en algunos días, porque te sentirás muy bien, y sin duda, cuanto más tiempo medites, más modificaciones comenzarán a ocurrir en tu cuerpo, en tu mente y en tu alma, reflejándose en todo tu bienestar físico y emocional.
Gracias por acompañarme hasta aquí :)
¡Buen Camino!
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